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100 años de Horacio Casarín / II de II

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Mientras el mundo se desangraba en la conflagración bélica más grande de la historia humana, Horacio Casarín –tras ser operado con éxito de la rodilla– se recuperaba, dispuesto a volver a las canchas. Lo hizo en 1940. La Segunda Guerra Mundial, aunque a la larga involucraría a México, tenía sus principales teatros lejos de casa. Pero como ocurre a menudo con los acontecimientos de más importancia, por distantes que aparentemente se encuentren de las vidas cotidianas, terminan por afectarlas. Aunque el destino haya librado al país de vivir el horror del conflicto en su propio territorio, para Casarín y “el Pirata” Fuente –sus mejores futbolistas– el hecho además significó perder la posibilidad de disputar dos mundiales –1942 y 1946– justamente cuando se encontraban en su mejor momento.

A finales de la temporada 1941–42 el medio balompédico nacional se conmocionó con la noticia del traspaso de Casarín al Atlante. El general Núñez, dueño del cuadro azulgrana, llevaba ya algunos años intentando formar un trabuco que le arrebatara la hegemonía del futbol al España, al propio Necaxa y al Asturias. Iba por buen camino, pues luego de obtener la liga de 1940–41 había forzado a los poderosos hispanos albinegros a jugar un partido de desempate, que no era otra cosa que una final por el título, en la campaña siguiente. Muy probablemente luego de ello el obstinado militar determinó que el talento de Horacio era el elemento que le hacía falta para reinar en el balompié mexicano. Pese a lograr el fichaje del astro, la empresa no fue fácil: Luis de la Fuente y las dos grandes instituciones de la colonia española se le atravesaron al Atlante en el camino. El “Pirata” fue campeón con el Marte en 1942–43 y con el Veracruz en 1945–46, cuando incluso los 121 goles de los azulgranas –26 de los cuales los marcó Horacio– resultaron insuficientes para superar al cuadro porteño. En 1943–44 se llevó la liga el Asturias, y en 1944–45 la aplanadora albinegra del España, encabezada por Isidro Lángara y “el Charro” Moreno. De ese tamaño eran los contrincantes de Casarín, quien encabezó al Atlante para al fin lograr el anhelado título en 1946–47.

Para ese entonces ya era una celebridad dentro y fuera de México. Además de sus actuaciones en el campo, abonó a ello el hecho de filmar con Joaquín Pardavé Los hijos de don Venancio (1944) y su secuela, Los nietos de don Venancio (1946). Eran años paradójicos, en los que las relaciones diplomáticas entre España y México estaban en crisis, pero las culturales y las deportivas encontraron la manera de tender un puente. La madre patria tenía los ojos puestos en el futbol y en el cine mexicanos. Los nietos de don Venancio tuvo más éxito en la península ibérica que en su país de origen, y si años antes el Real Madrid se había llevado a José Luis Borbolla, el Barcelona reclamó el concurso del mejor delantero mexicano. Pero Casarín y el club culé no se pusieron de acuerdo en la paga, así que el ídolo volvió a su país, esta vez para enrolarse en el Real Club España, al cual acompañó hasta el retiro definitivo del club, en julio de 1950.

Fue el mismo verano en el que Horacio tuvo por fin la oportunidad de representar a México en una Copa del Mundo, la de Brasil. Nuestro biografiado fue uno de los 22 futbolistas encargados de hacer rodar por primera vez el balón sobre el césped de Maracaná. Y aunque la escuadra nacional fue goleada en sus dos primeros partidos –ante los anfitriones y ante Yugoslavia– en el tercer encuentro, contra Suiza, Horacio marcó su primer y único gol en justas mundialistas. Dato para la historia, aunque el juego también se haya perdido.

Para la campaña 1950–51 se anunció el regreso del Necaxa a la liga. Casarín, sin equipo por el retiro del España, decidió volver al club del que había surgido. Con él obtuvo su único título de goleo individual. A ello siguió la aventura con el Zacatepec, al cual se unió en condiciones de jugador–técnico, sentando las bases de uno de los equipos más competitivos de la década de los 50 del siglo pasado. En 1953 se le confió la dirección del cuadro nacional que se preparaba para el mundial de Suiza 1954. Fue una carga que –por una razón u otra– Horacio no estaba destinado a llevar. Tras un breve retorno con el Atlante, pasó por el América y por el Monterrey antes de retirarse definitivamente como jugador en la temporada 1956–57. Su despedida simbólica había tenido lugar el 9 de febrero de 1956, al cumplirse exactamente 20 años de su carrera como futbolista.

Pero el futbol, que siempre llama a los que lo han vivido intensamente, lo reclamó años después como técnico. Al lado de Alfonso “el Pescado” Portugal, llevó a México al subcampeonato en el primer mundial sub–20 de la historia, en 1977. Luego de ello dirigió al Zacatepec, a los Tecos de la UAG y a su querido Atlante, al que llevó a una muy recordada final contra los Tigres en 1981–82. La perdió en penales, al igual que ante los soviéticos con México en el mundial juvenil. Era el equipo que había adquirido el IMSS, y que al igual que en los tiempos del general Núñez, intentó armar un gran cuadro con base en la cartera. Ello le dio a Casarín la oportunidad de dirigir al único delantero capaz de romper su marca como máximo goleador en la liga de México: Evanivaldo Castro Cabinho. En la temporada siguiente el gran Horacio dejó su cargo como entrenador, sumando una efectividad en esa posición, con todos sus equipos, de 59 por ciento.

Siguieron los años finales, los de la nostalgia y la pérdida de la salud. El ídolo, que además del futbol gustaba de la música clásica y los tangos, pudo todavía asistir al estadio Hidalgo el 7 de octubre de 2002 y al Azteca el 6 de enero de 2003 a los homenajes que le fueron rendidos, siempre acompañado de su esposa María Elena King, con quien se había casado en 1941. Horacio Casarín sufrió la pérdida de su compañera de vida en febrero de 2005. Luego de ello, torturado por el Alzheimer que padecía desde una década antes, dejó este mundo el 10 de abril del mismo año.

Palmarés

Con Necaxa fue campeón de liga en 1936–37 y 1937–38, y de copa en 1935–36.

Con Atlante fue campeón de liga en 1946–47 y de copa de 1941–42.

Con México fue medalla de oro en los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe Panamá 1938.

Campeón de goleo individual con Necaxa en la liga 1950–51, con 17 goles.

Campéon de goleo individual en los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe Panamá 1938, con seis goles.

Estadísticas

Horacio Casarín se mantuvo durante décadas como el máximo anotador histórico en la liga de México. Actualmente ocupa la quinta posición en ese rubro, detrás de Cabinho, Carlos Hermosillo, Jared Borgetti y José Saturnino Cardozo.

En lo que se refiere a futbolistas mexicanos con más goles en toda la historia –sin importar dónde los hayan conseguido– ocupa la cuarta posición, detrás de Hugo Sánchez y los ya mencionados Hermosillo y Borgetti.

Las fuentes convencionales, al contar únicamente “época profesional” del futbol mexicano, lo ubican como el segundo goleador histórico del Atlante en liga, detrás de Cabinho. El dato es erróneo, pues si se cuentan todas las temporadas los 112 tantos de Horacio Casarín con la camiseta azulgrana no han sido superados por nadie.

El que esto ha escrito publicará en breve, en el Archivo de la RSSSF y en su blog personal dedicado al balompié, la ficha estadística de Horacio Casarín, en constante revisión y actualización. En ella se consigna que el biografiado anotó a lo largo de su carrera 337 goles. Se agradecerá cualquier comentario y/o aportación al respecto.

Con agradecimientos a:

La invaluable ayuda de Erik Francisco Lugo, coordinador para México del Archivo de la RSSSF, al cual tengo el honor de pertenecer.

La colaboración de la profesora Marigel Rivera Casarín, sobrina–nieta de don Horacio.

La entrada 100 años de Horacio Casarín / II de II aparece primero en La Jornada de Oriente.


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